sábado, 11 de julio de 2009

EL TRABAJO A DOMICILIO EN EL PERÚ


El trabajo a domicilio es una antigua forma de empleo flexible, existente desde la primera era del capitalismo. En algunos países como el Perú, el crecimiento espectacular de pequeñas y medianas empresas es atribuido a la práctica difusa de la subcontratación. Dichos establecimientos por razones de competencia , también pueden transferir algunas operaciones a unidades productivas más pequeñas y de carácter informal.[1]

Así la participación y la reubicación, de los procesos de producción mediante la creación de cadenas de producción que operan en diversos puntos del país, utilizan el trabajo femenino como disponible y barato.

El trabajo a domicilio erige “cadenas de producción”, donde el último eslabón es la productora es decir, la trabajadora a domicilio, justamente la menos beneficiada de esta cadena.

El 90% de las trabajadoras adomicilio manifiesta haberse iniciado en este trabajo por medio de redes materializados en vínculos familiares y vecinales.
Estas redes son tejidas teniendo como confluencia a un intermediario, el cual al final se lleva la mayor parte de la riqueza al pagar sueldos diminutos a las trabajadoras: el 87% de las trabajadoras percibe una remuneración menor al salario mínimo vital vigente (S/.550.00 nuevos soles), de este sector el 76% gana de S/. 250 nuevos soles. El 90% de las trabajadoras a domicilio lo hace en su propio hogar, en condiciones de hacinamiento, haciéndose un espacio de trabajo en medio de la vida doméstica, muchas veces con limitada iluminación y ventilación inadecuada.

Principalmente se trata de confección de prensad de vestir para su entrega a empresas, trabajos en cuero, artesanía y otros. Las empresas recurren a las destrezas de las mujeres, advirtiendo que teniéndolas a ellas, ya no necesitan invertir en formación y capacitación. Además pueden recurrir a distintas proveedoras a las que pagan muy barato, debido a la gran masa de mujeres que desean trabajar.

Las trabajadoras a domicilio no cuentan con una formación técnica adecuada para lograr la mayor calidad en su trabajo. El 69% refiere no haber recibido algún tipo de capacitación o haber participado de talleres y charlas de información. Esto sin duda va en perjuicio de los contratantes que lograrían un mejor resultado con personas más capacitadas y regularizadas.

El 96% de estas trabajadoras no participa en ninguna forma de organización o asociación. La mayoría tiene temor de establecer una identidad colectiva con otras mujeres que realizan igual trabajo para el mismo comprador y consideran que si lo hacen sufrirían represalias y no podrían vender sus productos.

Son responsables por la calidad de su trabajo. Cualquier defecto o pérdida le son imputadas y pagan los costos. De esta manera las empresas, ahorran costos y pueden administrar la empresa de forma flexible, sin una carga laboral estable y con beneficios sociales.
El proceso de separar y tercerizar funciones laborales por género, explica el porque del crecimiento de es modalidad de trabajo informal, que es una forma indirecta de explotar la forma de trabajo, negándole todo tipo de derechos.


[1] OIT: “”La situación, de los Trabajadores de la economía informal en el Cono Sur y Área Andina”
Oficina Regional para América Latina y el Caribe. Lima, 2004, p. 24

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